La voz mas brillante
Don Delillo
Don Delillo
Es una de las voces más brillantes de la novela posmoderna estadounidense, cuyas visiones lo emparentan con George Orwell, en un registro que conjuga el realismo con la ciencia ficción. Don DeLillo reflexiona aquí sobre Nueva York, la ciudad que lo hizo escritor, las limusinas, la velocidad y el dinero: "La tecnología nos ha vuelto maleables, inocentes y muy supersticiosos".
Caminar ahora por la zona del Ground Zero ya no sólo habla del 9/11. Ahora es además una metáfora –grotesca, por lo textual– del "derretimiento" de los mercados. El sitio participa como ningún otro de lo que el filósofo y urbanista francés Paul Virilio llamó el accidente global, la catástrofe local que se centuplica en lugares apartados en virtud de un relato colectivo ejemplarmente dominante. Crisis de crisis encadenadas a las que se suman ahora las narrativas de la alarma sanitaria, todo ello alimentado y producido por las cadenas de noticias, en tiempo real, las 24 horas. No es la vida estrictamente; es la realidad, mitad inevitable y mitad inducida, de las pantallas y pizarras electrónicas de Times Square. Ese es el universo DeLillo: el Apocalipsis "al nivel de la calle". Nadie tuvo mayor antena que este escritor, nacido en el Bronx pero hoy vecino de Brooklyn, para narrar las corrientes que alientan en la multitud, ya se trate de una estampida ecológica o de la marea de fanáticos rumbo al superclásico de béisbol. Exploró todas las posibilidades del accidente, incluido el avatar de los mercados y encontró la forma y el lenguaje para representar las grandes avenidas del presente –y digo avenidas porque ningún otro autor norteamericano auscultó con tanta sutileza los devenires de la ciudad cosmopolita, un camafeo del mundo a escala, en este, el tiempo que Jacques Derrida llamó "modernidad tecnocapitalista". El primer libro que lo dio a conocer en grande fue Ruido de fondo , con el que ganó el National Book Award en 1985. Allí una familia bien acolchada en el consumo y los paraísos suburbanos de pronto se ve lanzada al éxodo. Y en 1991 vino el premio Faulkner del Pen Club para la extraordinaria Mao II . Aunque tramos del Muro de Berlín todavía no habían sido demolidos, él había aislado en plena Guerra Fría los elementos "futuribles" del presente, en la mejor tradición visionaria de George Orwell.
Caminar ahora por la zona del Ground Zero ya no sólo habla del 9/11. Ahora es además una metáfora –grotesca, por lo textual– del "derretimiento" de los mercados. El sitio participa como ningún otro de lo que el filósofo y urbanista francés Paul Virilio llamó el accidente global, la catástrofe local que se centuplica en lugares apartados en virtud de un relato colectivo ejemplarmente dominante. Crisis de crisis encadenadas a las que se suman ahora las narrativas de la alarma sanitaria, todo ello alimentado y producido por las cadenas de noticias, en tiempo real, las 24 horas. No es la vida estrictamente; es la realidad, mitad inevitable y mitad inducida, de las pantallas y pizarras electrónicas de Times Square. Ese es el universo DeLillo: el Apocalipsis "al nivel de la calle". Nadie tuvo mayor antena que este escritor, nacido en el Bronx pero hoy vecino de Brooklyn, para narrar las corrientes que alientan en la multitud, ya se trate de una estampida ecológica o de la marea de fanáticos rumbo al superclásico de béisbol. Exploró todas las posibilidades del accidente, incluido el avatar de los mercados y encontró la forma y el lenguaje para representar las grandes avenidas del presente –y digo avenidas porque ningún otro autor norteamericano auscultó con tanta sutileza los devenires de la ciudad cosmopolita, un camafeo del mundo a escala, en este, el tiempo que Jacques Derrida llamó "modernidad tecnocapitalista". El primer libro que lo dio a conocer en grande fue Ruido de fondo , con el que ganó el National Book Award en 1985. Allí una familia bien acolchada en el consumo y los paraísos suburbanos de pronto se ve lanzada al éxodo. Y en 1991 vino el premio Faulkner del Pen Club para la extraordinaria Mao II . Aunque tramos del Muro de Berlín todavía no habían sido demolidos, él había aislado en plena Guerra Fría los elementos "futuribles" del presente, en la mejor tradición visionaria de George Orwell.
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